SELACOFOBIA
La selacofobia es un miedo a los tiburones que tengo desde que era pequeña. Siempre que voy a la playa con mis amigas o con la familia llevo una sombrilla porque suelo estar en la arena sin meterme al agua. Si me acerco mucho a la orilla del mar me entra la ansiedad y me aumenta la frecuencia cardíaca.
Una vez que fui a la playa con mis amigas, cuando estábamos jugando al volleyball en la orilla del mar, comencé a hiperventilar. Estaba sudando mucho, no podía expresarles a mis amigas lo que estaba sintiendo. Pasados dos minutos me desmayé. En el hospital me hicieron unas pruebas y unas preguntas y me informaron de que tenía selacofobia.
Este miedo se debe a que de pequeña veía muchas películas en la que el protagonista era comido por un tiburón. Además de eso, en la playa de Zarautz han aparecido varios tiburones y mi madre me decía que estos animales marinos son muy peligrosos.
Estos años he estado yendo a terapia psicológica para tratar esta fobia que tengo. También he estado tomando medicamentos recetados por mi médico para disminuir los síntomas. Una vez a la semana iba a las terapias de grupo, en este tipo de terapias las personas que tienen el mismo miedo hablan sin pensar lo que van a decir.
El año pasado dejé de ir a las terapias y de tomar medicamentos porque me sentía mucho mejor. Ya no me daba miedo meterme en el agua, pasaba toda la tarde nadando en el mar. Disfrutaba tanto de ello que incluso me apunté a clases de surf.
por desgracia, mientras surfeaba vi un tiburón muy grande y comencé a sufrir los mismos síntomas que tenía antes. Este verano he vuelto a las terapias y estoy trabajando duro con mi psicólogo. Quiero quitarme el miedo a los tiburones y disfrutar del mar.
Una vez que fui a la playa con mis amigas, cuando estábamos jugando al volleyball en la orilla del mar, comencé a hiperventilar. Estaba sudando mucho, no podía expresarles a mis amigas lo que estaba sintiendo. Pasados dos minutos me desmayé. En el hospital me hicieron unas pruebas y unas preguntas y me informaron de que tenía selacofobia.
Este miedo se debe a que de pequeña veía muchas películas en la que el protagonista era comido por un tiburón. Además de eso, en la playa de Zarautz han aparecido varios tiburones y mi madre me decía que estos animales marinos son muy peligrosos.
Estos años he estado yendo a terapia psicológica para tratar esta fobia que tengo. También he estado tomando medicamentos recetados por mi médico para disminuir los síntomas. Una vez a la semana iba a las terapias de grupo, en este tipo de terapias las personas que tienen el mismo miedo hablan sin pensar lo que van a decir.
El año pasado dejé de ir a las terapias y de tomar medicamentos porque me sentía mucho mejor. Ya no me daba miedo meterme en el agua, pasaba toda la tarde nadando en el mar. Disfrutaba tanto de ello que incluso me apunté a clases de surf.
por desgracia, mientras surfeaba vi un tiburón muy grande y comencé a sufrir los mismos síntomas que tenía antes. Este verano he vuelto a las terapias y estoy trabajando duro con mi psicólogo. Quiero quitarme el miedo a los tiburones y disfrutar del mar.
ACCIDENTE NUCLEAR
Alejandro era un chico alto de catorce años que vivía en Pripyat, Ucrania. Vivía con sus padres y con sus dos hermanas, Alexia y María.
Él era muy alto, como su padre, y tenía bastante fuerza, ya que solía hacer mucho ejercicio. Tenía los ojos verdes y el pelo castaño. Vivía muy alegre, le encantaba contar chistes. Cuando alguien necesitaba ayuda siempre estaba dispuesto a ayudar. No le iban bien los estusios, porque le gustaba más salir con los amigos que quedarse en casa estudiando.
Pripyat, el pueblo donde vivía, tenía al rededor de 50 000 habitantes. Era una de las zonas más agradables para vivir. Había muchos parques naturales, museos, campo de fútbol, y la central nuclear Chernóbil. Como en verano hacía calor, Alejandro y sus amigos iban a la piscina municipal.
Un día, Alejandro había ido a comer a un restaurante con su familia, era uno de los mejores de la ciudad. Cuando estaban comiendo el postre oyeron una explosión atronadora que rompió todas las ventanas. El jefe del restaurante encendió la tele para informarse de lo ocurrido. Todos los canales hablaban de lo mismo, había habido un accidente en la central nuclear Chernóbil. el accidente expulsó materiales radioactivos y tóxicos.
-Atención todos, ha habido un accidente en la central nuclear, es muy peligroso quedarse en la ciudad. Iros a vuestras casas, coged todo lo que podáis y marchaos de la ciudad.
Al día siguiente la ciudad estaba desierta, todos huyeron de ese lugar. Alejandro y su familia cogieron el coche y se alejaron lo máximo posible hasta llegar a una pequeña ciudad. Entraron a un hotel y pasaron la noche allí.
El día siguiente a todos menos a Alejandro les dolía la cabeza y vomitaban cada dos por tres. El chico rápidamente llama al médico del hotel.
-Hola doctor, hemos llegado esta noche de Pripyat, como sabe ha habido un accidente nuclear. Toda mi familia se encuentra fatal.
-Seguramente será por respirar aire contaminada por la radiación, les tendremos que trasladar al hospital.
Les llevaron a una habitación especial, cada vez estaban peor. Por desgracia fallecieron y Alejandro se quedó huérfano.
Estuvo dos meses en un orfanato. Todos los días iba al médico para ver cómo estaba su salud. Le costaba un poco respirar, pero les ocurría a todos los demás ciudadanos también, porque la radiación se había extendido a muchos kilómetros.
Un día, la jefa del orfanato de dijo que tenía que hablar con él. Alejandro entró en el despacho y vio a una pareja.
-Hola Alejandro, somos Antonio y Eva. Vivimos en un pueblo hermoso de España, Zarautz. Hemos venido aquí porque te queremos adoptar, vivirías mucho mejor allí y respirarías aire puro.
-¡Muchísimas gracias! Me encantaría formar parte de vuestra familia.
-Pues vayámonos. En casa te está esperando tu futuro hermano, se llama Iñigo y tiene la misma edad que tú.
Cogieron el avión y fueron a España. En casa le recibió Iñigo. Le enseñó la casa y su habitación. Desde ese día Aljandro e Iñigo se hicieron muy amigos. Y lo más importante, respiraba bien y fue feliz en su nuevo hogar.
Él era muy alto, como su padre, y tenía bastante fuerza, ya que solía hacer mucho ejercicio. Tenía los ojos verdes y el pelo castaño. Vivía muy alegre, le encantaba contar chistes. Cuando alguien necesitaba ayuda siempre estaba dispuesto a ayudar. No le iban bien los estusios, porque le gustaba más salir con los amigos que quedarse en casa estudiando.
Pripyat, el pueblo donde vivía, tenía al rededor de 50 000 habitantes. Era una de las zonas más agradables para vivir. Había muchos parques naturales, museos, campo de fútbol, y la central nuclear Chernóbil. Como en verano hacía calor, Alejandro y sus amigos iban a la piscina municipal.
Un día, Alejandro había ido a comer a un restaurante con su familia, era uno de los mejores de la ciudad. Cuando estaban comiendo el postre oyeron una explosión atronadora que rompió todas las ventanas. El jefe del restaurante encendió la tele para informarse de lo ocurrido. Todos los canales hablaban de lo mismo, había habido un accidente en la central nuclear Chernóbil. el accidente expulsó materiales radioactivos y tóxicos.
-Atención todos, ha habido un accidente en la central nuclear, es muy peligroso quedarse en la ciudad. Iros a vuestras casas, coged todo lo que podáis y marchaos de la ciudad.
Al día siguiente la ciudad estaba desierta, todos huyeron de ese lugar. Alejandro y su familia cogieron el coche y se alejaron lo máximo posible hasta llegar a una pequeña ciudad. Entraron a un hotel y pasaron la noche allí.
El día siguiente a todos menos a Alejandro les dolía la cabeza y vomitaban cada dos por tres. El chico rápidamente llama al médico del hotel.
-Hola doctor, hemos llegado esta noche de Pripyat, como sabe ha habido un accidente nuclear. Toda mi familia se encuentra fatal.
-Seguramente será por respirar aire contaminada por la radiación, les tendremos que trasladar al hospital.
Les llevaron a una habitación especial, cada vez estaban peor. Por desgracia fallecieron y Alejandro se quedó huérfano.
Estuvo dos meses en un orfanato. Todos los días iba al médico para ver cómo estaba su salud. Le costaba un poco respirar, pero les ocurría a todos los demás ciudadanos también, porque la radiación se había extendido a muchos kilómetros.
Un día, la jefa del orfanato de dijo que tenía que hablar con él. Alejandro entró en el despacho y vio a una pareja.
-Hola Alejandro, somos Antonio y Eva. Vivimos en un pueblo hermoso de España, Zarautz. Hemos venido aquí porque te queremos adoptar, vivirías mucho mejor allí y respirarías aire puro.
-¡Muchísimas gracias! Me encantaría formar parte de vuestra familia.
-Pues vayámonos. En casa te está esperando tu futuro hermano, se llama Iñigo y tiene la misma edad que tú.
Cogieron el avión y fueron a España. En casa le recibió Iñigo. Le enseñó la casa y su habitación. Desde ese día Aljandro e Iñigo se hicieron muy amigos. Y lo más importante, respiraba bien y fue feliz en su nuevo hogar.